El brutalista (2024)

Una marcianada totémica y anacrónica, un Christopher Nolan sin la marca. Crónica de la América más civilizada, estúpida e impaciente, este biopic que no lo es ni lo parece nos recordará al rigor dramático, mortuorio, de los ‘Pozos de ambición’ de Paul Thomas Anderson… Pero también al hedor insoportable de ‘La infancia de un líder’ del mismo Brady Corbet, o a la ceniza de Auschwitz cómodamente consumible en una bandejita de cena para televisión. Eso sí, toca ver a Adrien Brody en cines, en el lustroso 70mm formato Vistavision para el que se concibieron sus tremendos paisajes hopperianos.

Resulta inevitable pensar en El pianista, el drama bélico que convirtió a Adrien Brody en una estrella mundial, mientras se ve The Brutalist. Pero esta historia relata otro tipo de supervivencia, la de la reinvención y el resurgir; elementos que componen el ADN de los Estados Unidos. Con su monumentalidad estética, desmonta el sueño americano y se postula a convertirse en clásico instantáneo, de esos que imitan sin complejos al cine añejo, en su tono, sus formas y en ese sentido de la epopeya que en entre las nuevas generaciones de cineastas solo ha abordado el mejor Paul Thomas Anderson.